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lunes, 20 de septiembre de 2010

La mancha voraz -o como la xenofobia gana terreno

Hece unos años, cuando yo todavía compartía con mis hijos los ratos de cine, vimos una película que en castellano llevaba ese título de La Mancha Voraz, o a nosotros se nos ocurrió llamarlo así como una forma de divertirnos de semejante disparate. Es una película de cuarta, malísima, pero en ella la protagonista es una especie de masa informe que invadía una ciudad norteamericana y se reproducia constantemente aumentando su volumen y aniquilando todo lo que encontraba a su paso.
En la realidad ha pasado algo así en Suecia. La mancha voraz de la ultraderecha ha invadido la sociedad sueca y está calando en el alma de viejos y jóvenes. Mayoritariamente gente con baja educación, resentidos con los últimos gobiernos que les han ido recortando los beneficios sociales, les han dejado desempleados y les han rebajado las pensiones, pero sobre todo, la presencia de una creciente inmigración les ha contaminado el modelo socio-cultural que tienen en su fantasía.
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La propaganda de este partido, los Demócratas suecos (Sverigedemokraterna-SD) pinta con los colores más oscuros a la inmigración, sobre todo a los individuos llegados del Cercano Oriente o de África: "viven de la ayuda social; trafican con drogas; se reproducen como conejos; nos violan nuestras mujeres; nos roban las bicicletas; debemos adaptarnos a sus costumbres y religión", etc. etc.

La mancha voraz tiene un tinte muy anti-islamista y son los musulmanes el primer objetivo de este partido que ve con creciente desesperación como los hijos de Alá "se extienden por los más diversos puntos del país con sus idiomas incomprensibles, sus costumbres de otras épocas y su renuencia a integrarse", como afirman los xenófobos y racistas que hay en SD y en otras organizaciones neonazis menores. Claro que en la campaña electoral algunos dirigentes de SD matizaron su discurso diciendo que no están en contra de los inmigrantes, sino contra la politíca de inmigración de los gobiernos anteriores. Aunque algunos no podían dejar de mostrar su aversión por los extranjeros, y seguían repitiendo su letanía antiinmigrante.

Hay ejemplos que provocan un rechazo visceral en la sociedad sueca relacionados con comportamientos muy aislados de algunos grupos de fanáticos religiosos islamistas que han intentado establecer por ejemplo la sharia, las reglas musulmanas que regulan estrictamente, entre otras cosas la moral y conducta de las personas, y que en occidente se la clasifica como fundamentalmente discriminatoria contra la mujer, algo que por otra parte es cierto. Estos ejemplos y otros relacionados con la alta representatividad de los inmigrantes entre los delincuentes que hoy habitan las cárceles del país, son caballos de Troya que ha usado SD para entrar en los hogares suecos y asustar a ciertos grupos sociales sensibles a esa propaganda, y reclamarle a los partidos tradicionales  un cambio en la política inmigratoria.
Ahora una vez instalados en el Parlamento, se han convertido en el partido bisagra luego de los resultados de ayer domingo, con 20 escaños en el riksdag, y la posibilidad de llevar adelante sus planteos populistas, no sólo en el terreno de la inmigración. Su accionar puede provocar un inmenso caos si el gobierno de centro-derecha (moderados, liberales, centristas y democristianos) no llega a acuerdos puntuales con la oposición rojiverde (socialdemócratas, verdes e izquierda) o llega a un acuerdo más profundo con uno de ellos, por ejemplo los verdes, algo que está en el aire pero que puede demorar en concretarse.
La mancha voraz cuenta ahora con una plataforma formidable para seguir extendiendo sus tentáculos en la sociedad, y depende de los partidos tradicionales cerrarles el paso o darles la oportunidad para que sigan devorando con su xenofobia populista el espíritu democrático de esta Suecia que hasta hace poco era ejemplo de modernismo basado en un fuerte estado de bienestar, pero con libertades individuales y colectivas que eran ejemplo para muchos otros en el mundo. Ese modelo se resquebraja, y Suecia ha iniciado una etapa de reformismo hacia una sociedad como tantas otras en Europa: más egoísta y polarizada, y con un  fuerte ingrediente xenofóbico contra todo lo que se diferencia de "lo nuestro", y que nos hace retroceder a la aurora del nazismo.

La cuestión es si somos capaces de revertir esa situación, o si estamos condenados a ver como la mancha voraz termina invadiendo definitivamente las almas de una mayoría en este país, para apagar así uno de los últimos reductos en Europa donde la tolerancia había sido el concepto y forma de vida que había unido a suecos e inmigrantes.

viernes, 10 de septiembre de 2010

El tiempo de los gitanos

Recuerdo en mi infancia mis visitas a los campamentos gitanos que se establecían a las afueras de mi pueblo natal. Aparecían allí sin previo aviso, pero nadie les impedía levantar sus carpas y vivir algunos días en ese nuevo sitio que no era más que un eslabón en su vida transhumante. En ese entonces los conocíamos con el nombre de gitanos y nos arrastraba la curiosidad de ver a esos seres exóticos , sobre todo a las mujeres, vestidas con ropas de tantos colores, dientes de oro, trenzas largas y la mano extendida para adivinarnos la suerte. Los rumores de la gente estaban cargados de advertencias: cuidado con ellos, roban lo que pueden, escondan las bicicletas, cuiden las gallinas y cualquier otra cosa de valor. Nunca vi a nadie quejarse que los hubieran robado, pero los prejuicios de entonces son los mismos que ahora existen en Europa.

Francia ha expulsado en las últimas semanas a cientos de romaníes luego de desmantelar los asentamientos que habían construído a las afueras de París . Al presidente Sarkozy y a su ministro del interior no les ha temblado la mano al decidir que los romaníes son la amenaza número uno contra la seguridad pública de ese país.
El parlamento europeo luego del debate que tuvo lugar esta semana votó por una resolución que critica severamente a Francia por las medidas de corte fascistoide lesivas al derecho de los ciudadanos de la UE de moverse libremente por toda la Unión durante 3 meses.  Por primera vez en mucho tiempo el tema del pueblo romaní, su marginación y discriminación está sobre la mesa de los políticos nacionales y europeos como en este momento.

Aquí en Suecia la policía expulsó el verano pasado a unos 70 romaníes por mendigar en la ciudad de Estocolmo. Mendigar no está prohibido por la ley en caso de ser ciudadano extranjero, y menos para un ciudadano sueco. Sin embargo la policía sueca encontró en la ley de extrajería un parágrafo donde un ciudadano de otro país, incluso perteneciendo a la UE, puede ser deportado si se encuentra practicando una "acción deshonesta", integrando la mendicidad a la lista de esas deshonestas actividades.

Después que la mayoría de los partidos políticos -con excepción del partido conservador y el ministro de Migración Tobías Billström- y las organizaciones de DDHH criticaran esa decisión, la policía revisó sus rutinas y estudió con más rigor el código penal.  Ahora parece que si la mendicidad no está vinculada a una actividad delictiva, no habría motivo para deportar a los mendigos que en las plazas, en el metro y en otros lugares han comenzado a ser parte de un paisaje al que los suecos no estaban muy acostumbrados.
Claro que si miramos la realidad ayudados con una lupa no se puede negar que también a menudo nos encontramos con otros tipos de mendigos, en su gran mayoría nórdicos, los que integran el grupo denominado A-laget , es decir los que beben y adoran a Baco la mayor partes de las horas del día y de la noche sentados en lugares públicos mientras el tiempo lo permite. Ellos no corren el riesgo de ser deportados cuando mendigan unas coronas para "viajar a su  pueblo natal", aunque la policía los deporta a algún calabozo si los encuentra con demasiada graduación alcohólica en la sangre.

Pero los romaníes que han sido perseguidos durante siglos en Europa sufren las consecuencias más serias del avance de la ultraderecha y de la derecha más conservadora que quieren tranquilizar a su electorado, y como siempre encontrar chivos expiatorios a los problemas coyunturales.

En Suecia muchos romaníes tienen mucho para contar de un pasado que no fue misericordioso con su forma de ver la vida, y como pueblo migrante sufrieron las consecuencias de una política oficial que le permitió a la antropología dedicarse a la investigación de "las razas" en la Universidad de Uppsala. Entre los años 1921-35 muchas mujeres y hombres  fueron esterilizadas/os y fueron además víctimas de estudios "científicos" en los que se inspirarían más tarde los nazis alemanes para justificar el exterminio de judíos, romaníes y otras minorías.

Esta semana ha ocurrido algo sin embargo que despierta una cierta esperanza en la colectividad romaní: se han levantado voces cada vez más fuertes en la esfera política europea,  donde se pide crear una "comisión de la verdad" que ponga sobre el tapete los abusos a que fueron sometidos los romaníes durante los últimos cien años en el caso de Suecia. Incluso con tufillo demagógico se propone establecer un "Plan Marshall" para los romaníes,  etc.etc.

Nadie duda que en el caso de Suecia estamos en campaña electoral y por esa razón existe la oportunidad de perfilarse como defensor de este grupo étnico para algunos partidos. Muchos se preguntan si después de las elecciones del 19 de septiembre la cuestión romaní desaparecerá de la misma manera que apareció al apagarse los ecos de las deportaciones en Francia, República Checa, Italia, Alemania, Suecia, etc.
 El hecho que el tema haya sido debatido intensamente en los medios  puede ayudar sin embargo a esta minoría étnica a ganar espacios en la sociedad a pesar de la renunecia y prejuicios que sin dudas son muy extendidos entre las diferentes capas sociales de la sociedad, y tal vez sus reclamos sean escuchados y sus derechos respetados.

En Europa se calcula que la población romaní alcanza los 12 millones dispersados por toda Europa, pero concentrados especialmente en Rumania y Bulgaria. Hoy día viven en Suecia unos 50 000 romaníes. Y para ver su grado de marginación basta con constatar el nivel de desempleo que alcanza su población económicamente activa: el 80 por ciento están desempleados, aunque la mayoría vive en una economía informal que los estados nacionales miran por supuesto sin ninguna simpatía y la gente en general desprecia, porque creen que todos los romaníes se dedican al contrabando de niños, prostitución y al robo.

 Un alto porcentaje de los niños romaníes en edad escolar no terminan sus estudios.  Pero la marginación y la discriminación no son sólo el resultado de una cultura que se niega a asimilarse al resto de la sociedad. El riesgo es que las medidas que se tomen en el futuro por los gobiernos nacionales y la UE sean para contentar a cierta opinión pública, pero no cambie absolutamente nada la realidad de los romaníes. O por el contrario, debamos acostumbrarnos a ver por la tv los progroms que los estados nacionales realizan contra los asentamientos romaníes al volverse la opinión mayoritaria en los países europeos más xenófobos e intolerantes, convirtiéndolos en una fácil presa de caza en los tiempos de crisis económica y política.

Rosa Taikon, una romaní de 83 años, que lleva 50 años luchando por los derechos de su pueblo en Suecia y Europa, me dijo en una entrevista que ya estaba harta de escuchar siempre las mismas promesas de los políticos, lo que se necesitaba eran acciones concretas como la aprobación de leyes a nivel europeo que terminen con la discriminación de los romaníes y de otros grupos étnicos minoritarios en los países miembros de la UE. Sin embargo esa posiblidad está lejos por el momento. El Parlamento europeo presiona a la Comisión Europea y al Consejo de Ministros para que pongan más empeño en encontrar soluciones a la situación de los romaníes que se plantean en cada estado miembro. Sobre todo la Comisión con su presidente Barroso tiene una papa caliente en su agenda junto con la comisaria Cecilia Malmström para resolver los nudos gordianos que han crecido como tumores en la sociedad europea.

 El futuro puede ser mejor para los romaníes si el compromiso asumido por los representantes en el parlamento europeo y a nivel nacional es algo más que demagogia oportunista. Si por desgracia se convierte sólo en eso, entonces recibirán una cobarde bofetada más cuando creían que estaban viendo la luz al final del túnel.