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sábado, 23 de septiembre de 2017

Neruda con los "pacos" en los talones.


El Neruda de Pablo Larraín es una película que no deja a nadie indiferente ante el despliegue de un actor, Luis Gnecco, que interpreta al poeta de una forma espectacular, no sólo por su aspecto físico, sino también sus gestos, su voz de recitador, que emocionaba y emociona por los giros de sus tonos. Pablo Larrain construye una ágil y trepidante historia de la persecución y el exilio final del poeta a través de inventarse un alter ego del propio Neruda, Óscar Peluchoneau (!), un comisario de la policia chilena interpretado por mexicano Gael García Bernal, quien también resplandece en su rol de policía obediente pero con dudas, con una sola misión, atrapar al renegado. Los comentarios en off del comisario, muchos de ellos ácidos y con una carga de ironía que inevitablemente arrancan las risas de los espectadores, nos acerca su opinión sobre la gente que le ha tocado vigilar y perseguir.
Luis Gnecco 

Neruda era en 1948 senador por el PC y es de esa etapa de la vida del poeta que Larraín se ocupa, matizados con los debates entre los parlamentarios, en ocasiones en los baños donde informalmente se mantenían duras discusiones mientras los ilustrados senadores bebían whisky o descargaban sus vejigas, o en el hemiciclo donde tampoco se ahorraban epítetos ni adjetivos de todos los colores.
 En fin, el gobierno del entonces presidente Alessandri pierde finalmente la paciencia con Neruda que se ha convertido en un incordio y es el principal crítico de su gobierno. Entre sesión y sesión del parlamento, el poeta no pierde oportunidad junto a su esposa, Delia (Mercedes Morán), de organizar fiestas rodeado de bohemios de todas las calañas, intelectuales, artistas, periodistas y chicas que gustan de las fiestas que hacen temblar las paredes de la residencia del poeta.

Al final Neruda cae en desgracia y tiene que pasar a la clandestinidad dando comienzo el juego del gato y el ratón, donde no está muy claro quién es quién en ese vertiginoso carrusel donde los esfuerzos policiales por detenerlo siempre se ven frustrados por un Neruda que siempre está un paso por delante de los esfuerzos de Oscar Peluchonneau. Neruda se divierte a pesar de la preocupación de la gente que lo oculta, y no pierde la ocasión de hacerse alguna que otra escapadita a un burdel donde es muy popular entre las prostitutas y los clientes que embelesados escuchan recitar al poeta entre pisco y pisco "puedo escribir los versos más tristes esta noche..."

La película solo puede tener el desenlace que todos conocemos, la partida hacia Europa y el exilio. Pero Larraín nos tiene una sorpresa  después de una febril persecución por los fríos, bellos e inhóspitos paisajes del sur chileno.
Una película que hay que verla.
Y repito, Luis Gnecco es un impecable clon del poeta.

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