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martes, 17 de abril de 2012

Se le rompió un espejo al rey Juan Carlos?

Siete años de mala suerte conlleva que se te rompa un espejo en un descuido. Después de la última operación que le realizaron en la cadera, uno se pregunta si el rey de España ha pasado por esa experiencia. Y es que no sólo lo afecta a él personalmente cuando como cazador furtivo, cargando una de esas escopetas consideradas como las más mortales por su potencia y calibre, se lanzó a una aventura "safariana" en Botsuana. Elefantes, leones, rinocerontes y búfalos pusieron las barbas en remojo en ese país africano, pero un escalón parece haberle hecho una zancadilla a don Juan Carlos, que le costó un traslado urgente a España para operarlo de esa cadera rota. Cuantos euros habrá costado la aventura a los contribuyentes? Cientos de miles dicen los críticos que le recuerdan al rey que en su mensaje de Navidad pedía austeridad a todos los españoles. Pero el hecho de ser monarca implica escapar por el momento de ese concepto totalizador. Además qué pensar de un rey que mata elefantes o leones cuando estos animales están amenazados de extinción en varios lugares de ese continente? No ha razonado todavía don Juan Carlos sobre este asunto, y ninguno de sus asesores le ha advertido que no es buena publicidad para la Casa Real? Para mayor mala pata, unos días antes uno de sus nietos se había disparado un tiro en un pie con otra escopeta perteneciente a la Casa Real. Estaría por cazar conejos o sólo apuntando a algún blanco móvil el chaval? Las armas las carga el diablo, se podría decir, aunque personalmente creo que tiene que ver con ese espejo roto del rey.

Después para colmo de males las investigaciones sobre su yerno Iñaki Urdangarin y una trama de corrupción que salpica a la Casa Real, hasta ahora aparentemente blindada a tales dolores de cabeza que han perseguido a tantos renombrados políticos españoles, cobra relieve en los tribunales y en los medios. Y por si fuera poca mala suerte, un asunto de caracter internacional también golpea indirectamente a la Casa Real. La presidenta argentina Cristina Fernandez decidió que el estado argentino adquiera el 51 por ciento de las acciones de la compañía YPF-Repsol, pegándole un empujón con la cadera bien sana de la presidenta a la petrolera, despojándola del bellón de oro al que se habían acostumbrado después que el ex-presidente Carlos Menem  les diera el privilegio de explotar los recursos petrolíferos y de gas, donde Repsol en vez de reinvertir en nuevos proyectos, repartía entre sus accionistas una buena parte del botín. Como todo el gobierno español, e incluso el PSOE, dicen estar detrás de Repsol y sus intereses, al monarca no le corresponde más que cerrar filas detrás de ellos y olvidarse de ir a cazar ciervos y jabalíes al Calafate de Cristina.

Los siete años de mala suerte por el espejo roto pueden seguir arrastrando hechos que golpeen a la sociedad española por culpa de ese descuido del rey Juan Carlos. Porque los hachazos que el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, le está dando a todo lo que es servicio público, salud, educación, investigación, etc. están llevando a muchos españoles a cuestionar la misma existencia de la monarquía y su legitimidad. Claro que esto es simplemente un gesto que no pasará a mayores, y el rey seguirá rompiendo algún espejo que otro hasta que decida quitarse la corona y posarla en la cabeza del príncipe de Asturias. No hay que olvidarse no obstante de otros males que le han aquejado y que lo han obligado a pasar por intervenciones quirúrgicas urgentes y han tenido al rey internado y convaleciente. Lo que hace pensar si habrá sido sólo un espejo lo que don Juan Carlos rompió accidentalmente, y haciendo un ejercicio de imaginación, no se tratará realmente de una bronca con algún familiar que lo llevó a romper esos cristales que hoy lo están atormentando? En todo caso por precaución, se rumorea que la reina ha decidido quitar los espejos de cristal de los aposentos reales, y los ha sustituido por unos de acero inoxidable, importados de la China. Una forma inteligente de conjurar la maldición que pesa sobre la Casa Real española, y sobre un rey que parece estar pidiendo a gritos que lo jubilen.

miércoles, 11 de abril de 2012

La violencia en el fútbol pan nuestro de cada partido

En esta semana se inició el campeonato sueco de fútbol. Suecia no se ha salvado de que sus estadios sean sacudidos por la violencia en el pasado, protagonizada por las llamadas barras bravas o hooligans que ponen en jaque al resto del público, a las autoridades de los clubes, a la policía y al prestigio de Suecia como país pacífico con una población tolerante. Ese resplandeciente sello queda desflecado por esos núcleos de hinchas que hacen de la violencia un modo de vida.

Del boliche después de unas cuantas cervezas entre pecho y espalda, marchan a un lugar solitario para enfrentarse a otra barra brava , en una pelea a puñetazos en el mejor de los casos, para ir calentando los motores antes del partido. Luego, con algún ojo amoratado o la nariz hinchada, el grupo de individuos invade su tribuna favorita, despliega sus banderas y carteles, y comienza a desafiar a todos los que no vistan los colores del equipo. Insultos, algún que otro objeto volador contra los otros hinchas, puteadas al árbitro, y si el arquero rival está justo delante de la tribuna, un acoso constante para hacerle perder los nervios. A propósito de esto, en un partido entre dos rivales clásicos de la capital sueca, presencié un hecho repudiable. Uno de los arqueros era moreno y la hinchada rival lo primero que hizo fue arrojarle kilos de bananas a su alrededor. Algo humillante que el guardameta simuló ignorar, lo que enfureció más a la jauría que aúllaba insultos de toda clase.

Observar ese escenario es deprimente, ya que se trata de muchachos jóvenes que encuentran su seguridad y vida social en un medio que termina por aplastarlos a ellos mismos sino se van a tiempo de las filas de los patoteros munidos de camisetas del club que en realidad no defienden, sino que le hacen un daño total y le crean una imagen de patoterismo difícil de borrar. Los deportistas más populares no se merecen que estos tipos lleven sus nombres en las camisetas con las que se pavonean, pensando que ellos mismos son la panacea del fútbol con sólo ponérsela todos los días. Estas barras bravas reciben nombres que buscan atemorizar a los rivales. En el plano internacional tenemos a  barras bravas como las del Chelsea, Headhunters, Real Madrid: Ultras sur, Lazio Irriducibili, AS Roma, The boys, todas ellas vinculadas además a organizaciones de ultraderecha.

Después de muchas idas y venidas hay una serie de propuestas concretas para tratar de cerrarles el paso a los estadios a los integrantes de esas barras bravas. Entre otras se propone crear un registro nacional con los nombres de los patoteros identificados. Prohibición de concurrir a los estadios por un tiempo determinado, máximo tres años, según el grado de participación en hechos violentos o de otro tipo. Más cámaras para identificar a los violentos, entre otras medidas.

Los clubes más grandes y con más socios que se han convertido en sociedades anónimas, pagan actualmente por la custodia policial a los estadios, por los destrozos en caso que los haya y otras facturas más como consecuencia del accionar de los violentos. La propuesta es ahora que ese gasto corra a cuenta de los contribuyentes, algo que es resistido por una buena parte de las organizaciones sociales y partidos políticos que desean no tocar el actual sistema, o sea que sean los clubes mismos los que  corran con los gastos que provocan estas barras bravas. El Reino Unido estuvo azotado por estos hooligans durante las décadas de los 70 y 80 hasta que las autoridades lograron poner freno a la violencia entre ellos. El fin de la estupidez de estos chicos cuya testosterona le sale por las orejas y cuyas células grises no están bien conectadas, puede lograrse si ciertas medidas son tomadas con inteligencia por las autoridades, y no con la represión policial violenta que genera más violencia. Por eso son muchos los que le dan la bienvenida a una iniciativa que hace ya tiempo debió estar sobre el tapete. Así las familias pueden ir al estado con sus hijos... y yo con mis nietos.