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viernes, 9 de enero de 2015

La barbarie desatada

Cuando nos acercamos al presunto final de la caza del hombre por parte de la fuerzas policiales francesas, que tienen rodeados a los dos presuntos  terroristas de origen magrebí, la dimensión del ataque y el saldo víctimas no deja de estremecer. 12 muertos, 10 periodistas de la revista Charlie Hebdo, y dos policías a los que debe sumarse otro más a causa de otro tiroteo, mas los heridos, habla muy a las claras que se inicia una ofensiva contra objetivos "blandos"de las sociedades occidentales, o contra desprevenidos policías. Las razones que empujan a estos terroristas han sido analizadas desde todos los aspectos, políticos, religiosos, sociales, psicológicos, definiendo un prototipo de joven musulmán radicalizado, inspirado en el Corán por imanes que profesan la yihad y muchos de ellos rescatados de una vida delictiva y sin objetivos concretos. Marginados crónicos con una carga de odia tan pesada como el armamento que cargan.

La muerte es compañera de estos fanáticos, conviven con ella, y al final mueren en su propia ley por una bala o un misil, con la esperanza de llegar a ese paraíso que les pintaba Mahoma cuando predicaba su religión, un Islam que a pesar de todo la gran mayoría de los que la profesan esta religión afirman que predica la paz entre sus fieles y entre sus semejantes . El resultado del ataque contra Charlie Hebdo es por un lado un ataque a la libre expresión como afirman muchos, pero también a las democracias occidentales donde sus gobiernos hoy se golpean el pecho y lamentan lo ocurrido. Pero es imposible ignorar que esos mismos gobernantes, los de España por ejemplo, tienen sobre sus conciencias decenas de muertos, doce por día según la organización de pacientes de hepatitis C, de personas afectadas por esta enfermedad. La razón es que el ministerio de Salud compra en cuentagotas la medicina que los curaría mientras que miles de estos pacientes la reclaman. Tan lejos ha llegado ese reclamo que se ocupan hospitales para presionar al actual y flamante ministro Alfonso Alonso para que su cartera tome la decisión de poner el dinero para adquirirla.

Hay formas distintas de matar, violentamente como los yihadistas o lentamente en base a decisiones políticas que lentamente van eliminando  a pacientes de una enfermedad como la hepatitis C que hoy es posible curar con la medicina adecuada. Algunas masacres movilizan miles de policías para neutralizar a los terroristas,  respaldados los uniformados por una opinión pública muchas veces manipuladas por la ultraderecha para llevar agua a su molino. Pero otras masacres que no son vistas como tal, fluyen en el anonimato amparadas por la indiferencia, y apenas movilizan a los medios que rara vez tocan el tema. La muerte pesa distinto según la balanza que se ponga sobre la mesa. Y cada una de ellas contiene una dimensión terrorífica que apenas llegamos a descubrir si no está en los disparos mortales de una kalashnikov que lo ha provocado. Es de esperar que tanto los que cargan armas de guerra como los que toman decisiones políticas cargadas de munición invisible, reciban el castigo que se merecen. Unos en las cárceles y otros en las urnas.

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