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miércoles, 14 de febrero de 2018

NUESTRO HOMBRE EN LA CASA BLANCA


Seis agencias norteamericanas de espionaje han advertido en el Senado que probablemente Rusia quiera intervenir en las próximas elecciones parlamentarias del país en otoño próximo, donde se renueva parte de la Cámara de Senadores y Diputados. A la sombra de las investigaciones que el fiscal Robert Mueller realiza sobre los contactos del entorno del presidente Donald Trump con los rusos durante la campaña electoral en 2016, se suma esta advertencia que más que una certeza parece ser un intento de detener una posible injerencia de los servicios de inteligencia rusos. Es que los resultados de las investigaciones del FBI y del fiscal especial Muller obligan a poner las barbas en remojo. Al mismo tiempo el presidente Donald Trump fue criticado por varios senadores por su pasividad ante estas advertencias.

A este nuevo escenario se suma la publicación del libro del periodista Luke Harding, reportero del periódico británico The Guardian, que lleva por título Collusion - (La Confabulación) que ha hecho su aparición en sueco en estos días en las librerías del país, con el título Sammansvärjningen (La Conspiración). Entrevistado por el periodista sueco Mikael Winniarski del periódico Dagens Nyheter, Harding realiza un relevamiento de las andanzas de Donald Trump por el territorio ruso desde 1987, cuando tuvo la ocasión de estudiar las posibilidades de hacer inversiones en Moscú, en su esfuerzo por expander sus negocios de construcción de hoteles. Ya olfateaba los cambios que se avecinaban en el gigante soviético y empezó a tejer en ese año su red de contactos.

Según el periodista británico el presidente ruso Vladimir Putin tiene un secreto bien guardado sobre Trump que pesa como una espada de Damocles sobre su cabeza. Su deducción parte principalmente del informe que el espía británico del MI6 Chistopher Steele redactó, donde indicaba que el Kremlin tiene una prueba contundente y comprometedora contra Donald Trump, que lo obliga a ser condencendiente con el presidente ruso. El nutrido número de asistentes y de funcionarios importantes que integraron el gobierno del presidente Trump, y que debieron renunciar a sus funciones por los contactos con Rusia, serían un indicio más que relevantes de esos vínculos entre la Casa Blanca y el Kremlin.

Tal vez uno de los hechos más llamativos de los ocurridos fue cuando Trump visitó Moscú en 2013 con motivo del concurso de Miss Universo. Entonces tuvo lugar la aventura con dos prostitutas en un hotel de lujo de Moscú, el Ritz-Carlton, y que ni lerdo ni perezoso el FSB (antigua KGB) probablemente filmó y se agregó a la otra ”prueba contundente” de las andanzas del actual presidente norteamericano, afirma Harding, deduciendo que Putin sabe y tiene otra pinza más para apretar en algún lugar doloroso a Trump. 
Otra especulación más grave todavía son las conclusiones que se sacan de la ya indicada visita de Trump a Moscú en 1987.
En aquélla ocasión Intertourist, una de las pantallas de la KGB, tenía la misión de reclutar hombres de negocios norteamericanos. Y entre los invitados estuvo Trump. Unos meses después de su regreso de Rusia anunció, como a la pasada, que aspiraba a ser presidente norteamericano en el futuro. Claro que no hay ninguna prueba de que Trump sea realmente un espía ruso, el topo de las novelas de espías, pero las sospechas se multiplican a la luz de los actuales acontecimientos treinta años después.

Harding presta atención a los colaboradores de Trump en su gobierno: 
el ministro de Comercio Wilbur Ross, ha hecho negocios con el yerno de Putin y fue co-propietario de un banco ruso en Chipre.
El Consejero de Seguridad Michael Flynn recibió importantes sumas de dinero del canal Russia Today y no lo declaró a las autoridades.
El ministro de RREE Rex Tillerson, quien fue director de la petrolera Exxon Mobil, recibió la medalla de la Amistad directamente del presidente ruso.
Y Paul Manafort, ex-jefe de la campaña de Trump a la presidencia, es sospechoso de un importante lavado de millones de dólares en su ocupación de ”cabildero” a favor de los oligarcas rusos y del entonces presidente de Ucrania Viktor Janukovych. Todos, menos Tillerson, han debido renunciar a sus cargos.

Según Luke Harding la estrategia de Putin para lograr la instalación de Trump en la Casa Blanca ha resultado infructuosa en un aspecto: el presidente norteamericano no puede levantar las sanciones económicas a Rusia establecidas por Obama antes de dejar su cargo, porque quedaría en evidencia ante todo el pueblo norteamericano, por lo que por el momento esa movida no le ha dado el resultado esperado. Y Donald Trump puede enfrentarse a serios problemas si el fiscal Mueller sigue acumulando testimonios y pruebas sobre la ingerencia rusa en las elecciones presidenciales, incluso ser llamado a declarar con motivo de la destitución del director del FBI, James Comey, un acto que puede interpretarse como una clara interferencia a la gestión de la justicia.

La pregunta de Mikael Winniarski a Luke Harding sobre si Donald Trump es un traidor a la patria queda sin respuesta. No hay pruebas de que esto sea así por el momento, pero que los propios servicios de espionajes norteamericanos pongan en duda el patriotismo del actual presidente, duda que nunca pusieron en otros presidentes, levantan interrogantes sobre este aspecto. El thriller continúa. Ni House of Cards ni Homeland tienen tanto suspenso como Our man in White House.

PD: Un día después de publicado este artículo el fiscal especial Robert Mueller procesó a trece ciudadanos rusos por presunta injerencia en las elecciones de EEUU en 2016.


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